Miro en mi bolsillo y encuentro una pequeña llama, que irremediablemente me hace sonreír. Es débil, no aguantará mucho más, así que la tomo entre mis manos y la protejo del viento con mi cuerpo. Miro con firmeza a mi reflejo y asiento a modo de despedida. Él permanece impasible.
Sin saber muy bien por qué, comienzo una carrera frenética a través de los helechos del bosque. La desilusión se apodera de mí poco a poco. ¿Tanto camino para una llama endeble? ¿Es ésta mi Verdadera Voluntad? Observo el color rojizo intenso, que baila con fiereza sobre mi palma, doblándose, retorciéndose de agonía por el final próximo. Por algún motivo esta imagen me enternece mucho y aumento la intensidad del trote, tropiezo con una raíz retorcida de un gran eucalipto y caigo de bruces.
A lo lejos percibo la llama, que sigue sin apagarse. Me acerco a rastras y la acaricio, le susurro palabras de consuelo y le sonrío. Poco a poco su resplandor se va apagando, dejando el lugar frío. Con ella se apagan mis esperanzas y el cielo se oscurece. Todo mi trabajo, todas mis aventuras... Me niego en rotundo. Recojo todo el aire que puedo en mis pulmones y grito:
-¡Despierta, Fulgor!-por unos momentos no pasa nada, las palabras se repiten en el eco infinito de Fantasía. El nombre me vino a la boca sin pensarlo, como tampoco se piensa en respirar, en parpadear o en mantener tu corazón latiendo. Fulgor. Lo repito por lo bajo. Fulgor. Fulgor. Fulgor.
Poco a poco la llama comienza a revivir, con el nombre que parece una palabra mágica. Se hace grande, en apenas unos segundos alcanza el tamaño de mi puño, de mí mismo, del árbol más alto del bosque. Lo cubre todo, el cielo despierta y se tiñe de naranja y oro. Río, la dicha se apodera de mí y bailo al rededor de la gran estrella. La acaricio y la beso. Es tremendamente doloroso, pero a la vez es una sensación de euforia inaudita, mágica, jamás había sentido nada tan maravilloso. Mis ropas se queman con el gran calor y todo parece llegar a su fin, me estoy autodestruyendo.
No puedo escuchar nada que no sea mi risa descontrolada y nerviosa, excepto por la otra risilla irónica que me ha acompañado durante todo mi viaje. Pronto ambas se funden en una y comprendo que pertenece a la gran estrella, que de pronto reduce su calor y por un momento veo dentro de ella a una mujer, muy joven pero que a la vez parece ser infinitamente mayor. Me mira a los ojos y acaricio su pelo rubio. Entonces, levanta el vuelo llevándose su envoltura de fuego con ella.
¡Hasta mañana!
una genialidad. Buen relato. Y mejor fotografía
ResponderEliminarEl efecto de tocar el sol con la mano es inmejorable.
ResponderEliminarQuería que pareciese que lo estaba acariciando.
EliminarEn un mal día como el que hoy estoy pasamdo encontrar un trabajo tan buena como el tuyo ea una inyección dw optimismo
ResponderEliminarEl esfuerzo de la foto ha merecido la pena sólo por este comentario, espero que te animes!
EliminarSimplemente decirte que eres un genio
ResponderEliminarMuchas gracias! Puede que sólo sea un poco de locura... :)
EliminarMaravillosa! !!!!!!!!
ResponderEliminarGracias!
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